Mirando a Doñana
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Un lugar para escapar y renacer.
Hay pocos lugares que acaben siendo rincones de inspiración para profesionales de despacho como yo, acostumbrada al silencio absoluto y a la única luz de las pantallas de mis ordenadores. Pero sí tengo que admitir que hay un espacio en el universo que me recarga las pilas, porque es necesario y saludable hacerlo de vez en cuando, que está en el sur de España, muy cerquita de mi tierra natal y que, cada vez que voy pierdo la noción espacio-tiempo, siento que el mundo se congela a mi alrededor mientras saboreo una copa de palo cortao y mis ojos se pierden fijamente mirando a Doñana…
Siento que podría dialogar con Lorca sobre las mareas, que el maestro Dalí podría dibujarlas con solo hablarle dos cositas de ellas; posteriormente, Bruñel dejaría constancia de ello tras haber compartido conmigo este plato de acedías de Sanlúcar que tanto me gusta maridar con mis queridos vinos de Jerez.
Y es que la gastronomía del Mirador de Doñana está ligada intrínsecamente al Arte. Yo veo arte en cada centímetro cuadrado de este restaurante, en cada gota de sangre que corre por las venas de esta gente que hace posible la magia de este local: Es un mirador, sí. Pero también podría haber sido un soñador, porque invita a soñar despiertos, a perdernos durante la comida en cosas tan insignificantes como la nada. Esa nada que finalmente te lleva a pensar en cosas mejores de las que normalmente sueles tener en la cabeza. A menudo olvidamos que hemos venido al mundo con todas las herramientas necesarias para ser felices, sin embargo, vivimos tiempos locos en los que nosotros mismos desconectamos nuestra propia maquinaria y dejamos de funcionar como es debido. Pues bien, el resultado es magnífico, mientras estás degustando estos exquisitos manjares de la bahía, tu cuerpo y tu mente están conectando de nuevo como nunca, en un halo de bienestar que pocas veces son posibles durante el día a día que nos consume y nos devora esclavizados al trabajo y obedeciendo mecánicamente a otros demonios que poco tienen que ver con la vida que hemos venido a vivir.
Finalmente, sales renovado, no con ganas de no regresar a tu vida de siempre, sino con ganas de volver más que nunca para hacer todo lo que te queda por hacer, para hacerlo mejor y con más ganas que nunca, para enmendar errores que ahora ves y antes no. Ahora ya sabes dónde encontrar el descanso del guerrero y dónde renacer siempre que lo necesites.